domingo, 18 de agosto de 2013

"Flores de verano" de Tamiki Hara

Título: “Flores de verano”,
Autor: Tamiki Hara
Editorial: Impedimenta
Ciudad Fecha: Salamanca 2011
Edición original: 1947 y 1949
Traducción:  Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.
Género: Narrativa    pags. 120
Glosario: No.
Notas: Sí, muy bien planteadas y resueltas.
Bibliografía: No.
Ilustraciones: Si, pocas fotos al final del texto.
Precio: 16’50
Calificación personal: 10 sobre 10

Curiosamente este año los medios de “incomunicación de masas” no han dado casi información sobre el aniversario del bombardeo sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945. Alguna razón habrá.
Involuntariamente la fecha me sorprendió eligiendo lectura entre las varias atrasadas que tengo. La fascinante “Geisha que no quiere ver” de 1910 que aparece en la portada y el calendario decidieron la balanza por este texto que, a decir verdad, nunca me vi con fuerzas para afrontarlo.
Esta edición recoge tres breves textos que giran en torno al bombardeo de aquel desgraciado día de agosto. “Preludio de la aniquilación”, “Flores de verano” y “De las ruinas”. Son narraciones de primera mano pues el autor estaba en Hiroshima y sobrevivió a aquel Apocalipsis. No demasiado pues en el año 51 se suicidó arrojándose a las vías del tren, poco después de que el presidente norteamericano anunciara que se estaba planteando volver a usar la bomba esta vez sobre Corea.
Centrémonos en los textos y dejemos las reflexiones para otro momento. Para empezar hay que destacar la introducción magnífica de Fernando Cordobés que nos sitúa, a quienes no teníamos el inmenso placer de conocer a este autor, el personaje, su biografía y circunstancias vitales. Indispensable leerla para desembarcar en la narrativa sobria que rige las tres obras.
A menudo la literatura japonesa da al lector occidental no demasiado familiarizado con ella –y a veces, aunque se esté- una impresión de distanciamiento que nos hace sentirnos incómodos, por lo menos a quien esto escribe. Sin embargo, el lenguaje conciso, objetivo, concreto y, por tanto, durísimo, la mirada casi cinematográfica, casi documental, pero en absoluto ajena, hacen que ese cierto distanciamiento al que me refería se convierta en el mejor medio para hacernos llegar el horror. Nos lo muestra sin sentimentalismos, sin recrearse en la suerte, desde el más profundo espanto del hombre que no sabe como reaccionar ante algo inimaginable, de modo que no podamos –ni queramos volver la cabeza y mirar a otro lado-.
El soberbio dominio por parte de la cultura japonesa de algo que a nosotros nos es tan poco familiar como el arte de la alusión se convierte aquí en, sin duda, lo más aterrador, lo más cercano, lo más simple y lo hace desde mi punto de vista mediante la yuxtaposición a la dureza de un lenguaje sin eufemismos –como destacan sus traductores-. La búsqueda final de “Flores de verano” es un perfecto ejemplo de lo que digo.
En “Preludio de la aniquilación”, el autor nos habla de los meses anteriores al desastre, de cómo se vivía y como se preveía la inminencia de un desenlace espantoso, pero también como se preparaban evacuaciones, cortafuegos etc y la incidencia de estos preparativos en la vida cotidiana, el tema de la vida de la guerra tras el frente siempre ha sido poco tratado, salvo gloriosas excepciones, al mismo tiempo que nos ofrece su panorama personal y familiar. El autor conoce el fin de aquella historia y nosotros también, a veces da una pista de lo que le ocurrirá a tal o cual personaje pero no incide demasiado en ello. Esto hace que su lectura vaya haciéndose cada vez más y más profunda en el lector. Curiosamente, aunque en esta edición “Preludio de la aniquilación” aparezca en primer lugar atendiendo al orden cronológico de los hechos que relata, fue el último de los textos en editarse. Los otros dos textos son todavía más universales al no dar casi nombres de los personajes centrales, dejando claro que lo que pretende es algo tan simple –y por tanto, tan complejo- como dejar testimonio de lo que ocurrió. Algo que no estaba precisamente “bien visto” en aquellos años.
Tendría que llegar la década de los cincuenta para que la perspectiva cambiara, ligeramente, y se pudieran tratar ciertos temas.
Personalmente creo que, con mucha diferencia, es lo mejor que he leído en mucho tiempo y desde luego algo absolutamente imprescindible para comprender no sólo el Japón moderno sino también las actitudes de la Guerra Fría.

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