domingo, 21 de julio de 2013

Fantasmas y samurais de Okamoto Kidô


Título: “Fantasmas y samurais. Cuentos modernos del viejo Japón
Autor: Okamoto Kidô
Editorial: Quaterni
Ciudad Fecha: Madrid 2013
Edición original: 1926
Traducción: del japonés Isami Romero Oshino.
Género: Narrativa fantástica. 252 p.
Glosario: amplio y útil. Índice onomástico.
Notas: no, ni son necesarias con el glosario.
Bibliografía: no
Ilustraciones: no.
Precio: 19’50

El autor nació en 1872 y murió en 1039, es decir vivió tiempos terriblemente convulsos pero no es este el lugar para detenernos en ellos ni en su biografía. Digamos sobre él que alcanzó cierta notoriedad en el genero de la novela policíaca con la creación de un personaje, el inspector Hanshichi, cuyos casos eran ambientados en el período de Edo (1600-1868). En esta edición hay una introducción jugosa de las que uno no se puede saltar que explica algunos matices de su obra en general.
La obra en concreto se basa en el otro género predilecto no sólo del autor sino de toda una generación de escritores que, ante la occidentalización galopante, temieron que se perdieran ciertas tradiciones orales de temas fantasmagóricos. A diferencia de otros muchos Okamoto Kidô no hace una recopilación de estas tradiciones sino que recoge el uso y las formas para crear relatos nuevos con las influencias de no pocos autores occidentales siendo quizás la más evidente la de Edgar Allan Poe, pero sin descartar a Maupassant y otros.
El planteamiento de la obra es simple: alguien reúne a un grupo de amigos por el simple placer no de escribir y recitar haikus como era uso sino para relatar historias de terror, fantásticas o como queramos llamarlo. El término japonés es kaidan (a veces trascrito como kwaidan). Son pues doce kaidanes independientes sin más unión que el escenario cuya explicación constituye el primer relato.
Evidentemente que guste o no la literatura fantástica japonesa es cuestión personal. Esta obra, en cambio, contiene aspectos que al lector atento le compensarán incluso si no es un apasionado del género. Ante todo es reveladora de un momento en que las viejas instituciones, usos y costumbres están estallando. Las costumbres estaban quedando viejas, los barrios desapareciendo y los otrora privilegiados ahora navegaban entre dos o más aguas (en Los ojos del mono, que en sí misma quizás la historia nos resuene, se nos revela la casi delirante situación socioeconómica de los samurais). La captación de ese ambiente de búsqueda o evocación del tiempo ido por otra parte de un modo tan veloz, así como la añoranza y las constantes comparaciones con lo que era el momento en que se escribe nos da una mirada que no suelen dar los libros de historia: la de quienes la padecen y asisten al desmoronamiento de un mundo y el nacimiento de otro que no es el suyo.
Es la constante en los relatos, por otra parte variados. La presencia de mujeres más o menos fantasmales o misteriosas, los objetos cargados con energías extrañas son temas tradicionales que el autor recrea ambientándolos en su tiempo, o unos pocos años atrás. Los justos para explicar alguna circunstancia o para teñirlos de cierto tono melancólico.
Sintéticamente es una lectura recomendable para aficionados a la literatura fantástica y para quienes deseen mirar una época de transición desde otro punto de vista, aparentemente como fondo pero con suma importancia para el ojo atento.
Sin embargo, he de resaltar algún detalle que me parece relevante para entender el tono de la edición, por lo demás irreprochable. Empezaré por la portada, un magnífico grabado de Kuniyoshi con un gigantesco esqueleto abalanzándose sobre unos samurais, que evoca el mundo animé, manga, etc que en él ha bebido abundantemente. Ni mencionaría este hecho si no fuera por el otro. El título.
Esta obra publicada en 1926 se titula “Cuentos de monstruos y fantasmas del Lar de la Rana Azul” siendo precisamente “Seijain. El espíritu de la Rana Azul” el primer relato. Está claro que con este de “Fantasmas y samurais” y a pesar de su subtítulo se pretende buscar a un público adolescente o juvenil, ahuyentando quizás a otro menos dado a ese tipo de lecturas. Sin mencionar como se devalúa el aroma poético del título original.

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