miércoles, 20 de noviembre de 2013

"En el bosque, bajo los cerezos en flor" de Ango Sakaguchi


Título: “En el bosque, bajo los cerezos en flor
Autor: Ango Sakaguchi.
Editorial: Satori
Ciudad Fecha: Gijón 2013
Edición original: 1947 (el cuento que da titulo al volumen)
Traducción: Susana Hayashi
Género: Narrativa, cuentos fantásticos   pags. 152
Glosario: No
Notas: No. Epílogo a cargo de Jesús Palacios que aporta bastantes datos así como referencias bibliográficas muy interesantes.
Bibliografía: No.
Ilustraciones: No
Precio: 17 €
Calificación personal: 8

El mito de la mujer destructora del varón, devoradora e insaciable tan decimonónico y, por otra parte, tan eterno reaparece en los dos primeros relatos de esta antología de tres. “En el bosque, bajo los cerezos en flor” y “La Princesa Yonaga y Mimio” con una fuerza despiadada, como un desmán de la naturaleza en la perversidad inconsciente y profunda de esas mujeres que juegan a las muñecas con cabezas humanas recién cortadas, en un escalofriante juego con la idea de Salomé del XIX, o que desean la muerte de cuanto aman y de cuanto odian o desconocen. La formación del autor en un Japón encaminado hacia su autodestrucción y con clarísimas influencias francesas, de la Francia creadora de la mujer fatal, de Nana, etc. le lleva en los dos primeros relatos a cotas escalofriantes pero todavía cercanas a nuestro pensamiento, con un no sé qué de cercano. Al menos yo, leyéndolos, no sentía esos personajes tan ajenos a la realidad que nos rodea, supongo que como el autor escribiéndolos en medio de la más atroz posguerra y ocupación. Hay algo en esos estallidos de brutalidad, del salvajismo más desmedido que nos los hacen sentir aquí mismo, teniendo en cuenta que se encuadran por un lado en el género fantástico y por otro en la obra de un pensador que quería modernizar Japón subvirtiendo sus valores esta cercanía los hace todavía más aterradores. No ocurre lo mismo con el tercero de los relatos, mucho menos occidental y sí mucho más delicado, por decirlo de algún modo. Los velos y las sugerencias de las que son maestros los japoneses hacen que se nos diluya un tanto, muy especialmente el final.
Para terminar un apunte somero, apenas mencionar, la larguísima tradición de literatura fantástica o de terror si se quiere que tiene Japón, casi se diría que forma parte de su propia esencia dado el paralelismo y permanencia a lo largo de su historia. Por poner un ejemplo claro: una de sus mayores manifestaciones dramáticas, toda una manera de hacer teatro rozando los límites de lo sublime, el teatro Nôh son relatos de terror con su fantasma aterrador y con su combate correspondiente, si lo ambientáramos directamente en una casa victoriana tendríamos una película tópica de terror, la diferencia está en el mensaje budista, sobre todo, pero también en la extrema elegancia y estilización incluso del sobresalto esencial en cada pieza. Quizás sea por eso, esa elegancia estilizada que es propia de las artes japonesas, que a menudo sus obras de terror no lleguen a sobrecogernos, a asustarnos al menos en un primer momento. Se trata siempre de un terror más profundo, aunque se exprese de un modo aparentemente directo, que nunca lo es.

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