sábado, 24 de agosto de 2013

El encuentro (1)

Maikos (aprendizas de geisha) posando en un engawa (corredor exterior de las casas tradicionales japonesas) 1885
Entre todos los posibles temas que se pueden plantear desde Occidente sobre Japón hay uno que destaca muy especialmente.
Si al abordar el tema de la China tradicional, la mirada occidental se centra y fantasea con la inmensidad de las riquezas de la Ciudad Prohibida, el erotismo que ésta misma encierra y, sobre todo, las condiciones de vida del pueblo chino, destacando aquellas que una “educación” y una “colonización mental” podrían erradicar como la práctica de vendar los pies. Si al abordar el tema de la India tradicional se enfoca desde el salvajismo de ciertas costumbres, la miseria, y, obviamente, el efecto civilizador del colonialismo aunque también suele aparecer la misteriosa India como una revelación de los sentidos y de la mente. Sin embargo, al abordar el Japón tradicional la mirada occidental sólo tiene un eje: el encuentro.
Me explico: básicamente toda la narrativa y libros de viajes hasta, por lo menos, la Guerra del Pacífico, y muchos de los ensayos de este periodo que abarcaría desde 1868, año de la apertura a cañonazos, o casi, del Japón feudal, hasta pasado 1945, me estoy refiriendo, casi huelga decirlo, a la narrativa escrita en Occidente, se limita a abordar desde la orilla occidental, frecuentemente con el resquemor evidente de no haber colonizado de ninguna manera la tierra japonesa (tal es el caso de Ruyard Kipling, por ejemplo), el choque cultural.
Todavía hoy nos encontramos con obras dedicadas a tan manido tema.
Tiempo tendremos de volver una y otra vez a este tema desde muchos puntos de vista: del literario al puramente plástico, del cristiano al militarista y con cuantos queramos ver.
Obviamente esta “obsesión” que rara vez alcanza la categoría suficiente como para aportar algo jugoso, como el caso de “El crisantemo y la espada” de Ruth Benedict, por poner uno de los escasos ejemplos que se dan. El resultado final no es sino una serie de tópicos, topiquillos y topicazos repetidos hasta la nausea, a veces con la mejor intención, otras no tanto. El caso es que serán estas obras, como la “Carmen” de Merimé y luego la de Bizet que fijaron la imagen ibérica secula seculorum, las que creen una visión del Japón entre decorativa y salvaje, que el cine occidental no hará sino potenciar.
Interesante es destacar que el “descubrimiento” del anquilosado y aislado Japón Tokugawa coincide con el desarrollo de una nueva técnica que habría de cambiar el mundo: la fotografía. Gracias a ella tenemos testimonios de muchos aspectos de la vida japonesa. El caso es que la técnica era por entonces tan trabajosa y lenta que, en realidad, lo que vemos son composiciones cuasi pictóricas y normalmente forzadas. Sin duda son valiosísimas fuentes pero poniéndolas entre comillas.
Recogen, o pretenden recoger, escenas cotidianas, lo que resultaba imposible con los límites técnicos de entonces, pero, claro, se pretende recoger lo “pintoresco”, todavía imbuidos de un cierto romanticismo.

Luchadores de sumo 1886 
Hoy quiero traer aquí unas pocas imágenes de Adolfo Farsari (1841-1898), personaje curiosísimo del que poco o nada puedo aportar yo que no aporte Wiki ( http://es.wikipedia.org/wiki/Adolfo_Farsari ), así que nada diré de su peculiar carrera y trayectoria. Lo que sí quiero destacar es como en sus imágenes se esfuerza en resaltar ciertos aspectos que han sido lo que ha acabado perdurando en el imaginario colectivo como “japonés” olvidando otros aspectos de su cultura. Son imágenes iluminadas a mano lo que, además, lleva a un cierto grado de subjetividad “de autor”. Su interés, y por eso me ha parecido interesante traerlas, radica en la formación de la mirada sobre Japón y el estereotipo que contribuye a crear. Aunque no podemos olvidar su valor documental, importante sin duda.
Es, sin embargo, problemático saber a ciencia cierta si todas las imágenes que poseen este estilo tan peculiar son del mismo autor pues las costumbres comerciales de la época hace que sea realmente compleja la atribución. Como, evidentemente, no estoy cualificado para catalogar estas piezas recojo aquí unas cuantas de las que aparecen datadas. Sin duda habremos de volver al tema del encuentro-choque de culturas y también a las imágenes de esta época y de este autor, hoy simplemente recreémonos en estas pocas.

Mujer tocando un yuequin 1886

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