sábado, 12 de abril de 2014

"Los tiernos lamentos" de Yoko Ogawa

Título: “Los tiernos lamentos”
Autor: Yoko Ogawa
Editorial: Funambulista
Ciudad Fecha:  Madrid 2013
Edición original: 1996
Traducción: Yoshiko Sugiyama y Sergio Torremocha
Género: Novela               pags. 317
Glosario: No
Notas: No
Bibliografía: No
Ilustraciones: No
Precio: 15’50
Calificación personal: 8

La repentina huida y consiguiente soledad de una calígrafa maltratada por su esposo a una vieja casa familiar en medio del campo y las relaciones inesperadas que se establecen entre un fabricante artesanal de clavecines, su joven ayudante, su perro y la dueña de un hotel cercano es el argumento, tenue como una telaraña, en el que vemos, por mejor decir “entrevemos” un peculiar proceso de recolocación de este personaje, Ruriko, en un mundo del que se ha ido excluyendo casi deliberadamente. Hay un par de citas que cabría decir que definen en pocas líneas la esencia de la trama:  “Mucho tiempo antes de mi marido me golpeara, yo lo había dejado reducido a pedazos en lo más profundo de mi ser”, que aparece en el primer tercio de la novela y la segunda que nos estalla inesperada, por lo menos para mí, en el último quinto de la historia “Súbitamente, acaba de darme cuenta de que estaba completamente sola. No tenía lugar alguno donde ir”, lo que conociendo la situación real del personaje no está remitiéndose al aspecto puramente material.
La autora se adentra en el personaje profundamente pero quizás  no alcanza a hacérnoslo comprensible a los lectores occidentales que necesitamos repasar mentalmente la obra para ir hilando la continuidad de pequeños cataclismos sin aparente importancia entre los que Ruriko intenta echar raíces sin resultado. No pensemos que estamos ante una obra en que la protagonista en un heroico arranque decide tomar las riendas de su vida y la vemos ascender al control de la misma. En absoluto. En un punto medio entre la más absoluta pasividad y la acción la vemos casi perdida y, si se me permite la opinión personal, buscando desesperadamente reconstruir una vida con los mismos elementos que tenía su vida anterior pero renovados, cambiar las maderas, las cortinas, las lámparas pero no de casa, por poner algún tipo de ejemplo. Las cosas, la vida, discurren prácticamente sin su participación, a pesar suyo en ocasiones.
Como es habitual la sensibilidad de esta autora nos lleva a matices insospechados, a tenues cambios,  a mentes complejas bajo las apariencias de vidas y acciones corrientes en extremo. Los clavecines y su proceso de construcción son casi un pretexto para darnos algo material a qué agarrar esa casi infinita gama de tonos interiores siendo al mismo tiempo un elemento de continuidad junto con la pieza musical “Los tiernos lamentos” un hilo conductor de la trama y sus aparentes nudos. Repito, aparentes, a mi entender los momentos claves de la historia –como por otra parte en casi toda la narrativa contemporánea japonesa- no están donde parece ni mucho menos. Siendo este rasgo quizás uno de los que más dificulten la lectura y comprensión en profundidad de ésta en Occidente. También he de decir que detecto una cierta concesión a elementos occidentales en las historias que vengo leyendo más actuales.  Especialmente en Murakami. Si los hay o no en “Los tiernos lamentos” sería más que discutible pero en cualquier caso está impregnada de esa neblina de poesía y mirada que le ha sido desde siempre propia de la literatura japonesa.
No consideraría esta la mejor novela de la autora, al menos de las que he leído, pero desde luego tampoco una pérdida de tiempo su lectura, todo lo contrario.

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